Jesús Gil
Cuando volví a Cataluña, tras pasar unos años en Zaragoza, me instalé en Segur de Calafell, frente al mar. La lejanía del agua me resultaba cada vez más insoportable. El mar tiene algo especial: o lo amas o lo temes, o quizás ambas cosas. Como dice Fito Páez: “Todo poco a poco va dejando de importar, todo menos esos paraísos en el mar y navegar, navegar y navegar”.
Desde mi casa observaba a un grupo de personas remando en una barca, sin importar la hora, la estación o el clima. Eso me tenía intrigadísimo. Por casualidad, conocí a un miembro del club que me animó a probarlo, y de eso hace ya unos 13 o 14 años.
Descubrí que el remo en grupo era una actividad que me encantaba. Me permitía disfrutar del mar, hacer deporte en equipo (¡lo de los gimnasios no va conmigo!) y conocer gente con intereses similares. Inmediatamente me hice socio del club y comencé a entrenar.
Pronto me enganché: disfruto del mar, hago ejercicio y, sobre todo, he conocido gente maravillosa que se ha vuelto muy importante en mi vida. Son compañeros de viaje en el mar y en la vida.
Un tiempo después, surgió la oportunidad de ser timonel, y no me costó decidirme. Ya había cumplido mi gran afición, que era la navegación a vela, y timonear una barca no me resultaba un reto, aunque hacerlo bien ya es otro tema… Pero para eso están los años de experiencia. ¡Seguiré aprendiendo!